En más de una ocasión hemos hablado de cómo elegir los colores para un folleto publicitario o de qué transmite cada color en las diferentes piezas de buzoneo. Pero, ¿de dónde viene el color? Conocer su historia implica conocer por qué transmiten cosas diferentes o por qué en el pasado un color podía hacer referencia incluso al nivel económico de alguien.
Cuando hablamos del color existen dos puntos de vista o sistemas que tenemos que tener en cuenta: el aditivo o sistema color-luz y el sustractivo o sistema color-pigmento. Dichos sistemas reciben estos nombres porque en el primero de ellos el color blanco se obtendría sumando todos los colores del espectro lumínico. En el segundo, por el contrario, el color blanco se obtendría restando diferentes pigmentos del negro.
El color-luz es básico en el cine, la fotografía o la visualización de pantallas de móviles y ordenadores. En definitiva, en todo lo que utilice la luz para representar el color. El sistema sustractivo es el que regirá los colores cuando hablemos de elementos impresos, textiles, etc. Es decir, aquel que implique cualquier tipo de tinta o pigmento.
Conseguir representar un color en una pintura o una prenda no ha sido tarea fácil hasta hace relativamente poco. En la actualidad podemos conseguir pigmentos sintéticos en laboratorio con mayor o menor éxito, pero antiguamente el 100% de los pigmentos resultaban de moler o pulverizar diferentes materiales, orgánicos e inorgánicos.
Por ejemplo, para conseguir un azul profundo, era necesario moler mineral de lapislázuli. Para un tono de púrpura era necesario triturar la concha de un caracol concreto. Poco a poco, a través de la innovación, han ido descubriéndose nuevas metodologías para conseguir pigmentos y, por tanto, reduciendo los costes, pero en la antigüedad había una clara diferencia de precio entre unos colores y otros. De hecho, el conocimiento de la historia de los pigmentos permite saber de cuándo data una obra de arte o incluso si se trata de una falsificación.
En muchas imágenes religiosas de la Edad Media se representan figuras como la de la Virgen María con un manto rojo. Esta elección del color no busca ser fiel a la historia, sino que nos indica que el noble que encargó la pintura era una persona económicamente acomodada.
En la actualidad, como decíamos, es posible obtener casi la totalidad del espectro de colores mediante síntesis química en un laboratorio, pero no por ello se han terminado las batallas por el color. Hace cosa de un par de años surgía la polémica cuando el cotizado escultor Anish Kapoor obtuvo la exclusiva de uso artístico del Vantablack, el negro más puro de la historia. Desarrollado por Surrey NanoSystems para evitar reflejos en el interior de los telescopios, el Vantablack es capaz de absorber casi la totalidad de la luz, por lo que no produce reflejos e impide percibir la forma de los objetos.
Tras esto, diferentes artistas comenzaron a quejarse, basándose en que no debería ser posible tener la exclusiva de un color. Aunque Kapoor se defendió diciendo que la exclusiva que firmó se refería al uso de la tecnología y no al color en sí, algunos de estos artistas pusieron en marcha su creatividad y la aplicaron a su protesta.
En 2017, el artista británico Stuart Semple patentó el rosa más rosa del mundo y lo puso a la venta en su web. El pigmento se vende a cualquier persona, con la condición de que dicha persona no sea Anish Kapoor ni esté asociado con él.
Por suerte, a la hora de diseñar un folleto publicitario y gracias a la impresión digital, no tenemos que entrar tan en profundidad a comprobar qué pigmentos usaremos. Eso sí, es imprescindible que tengas en cuenta qué valores transmite cada color, cuál es el más adecuado para llamar la atención sobre algún elemento, si los colores se alinean con los valores de marca o cómo se interrelacionan entre sí.